miércoles, 22 de diciembre de 2010

127 Horas: Atrapado en una Grieta

ÑTengo cierta debilidad por las películas de Danny Boyle. Junto con David Fincher, es uno de los pocos directores que puede contar historias como si fuesen un videoclip. 127 horas (127 hours) es su siguente obra después de Slumdog Millionaire (2008). Lo mejor es que, en lugar de querer hacer una película con el tipo de presupuesto que puede pedir un director que ha ganado un oscar, Boyle nos regala una historia extraña y extrema, sobre un escalador que estuvo atrapado en una grieta del desierto de Utah durante cinco días, sin poder moverse porque su brazo se había quedado entre una roca y la pared de la grieta.

Si esta historia hubiera sido contada al modo de Hollywood, hubiera sido algo así como Náufrago (Cast Away, 1999), la película de Tom Hanks. Una historia en la que se nos explica la vida del protagonista durante un tercio de la película, luego sus aventuras solitarias, y luego casi otro tercio para mostrar las consecuencias. En Náufrago se inventaron un "personaje" para que Tom Hanks tuviera algo que decir, así que mientras está en la isla, se dedica a hablar al balón Wilson.

127 hours tiene pocos preámbulos, y empieza con el primer día de las peripecias de Aron Ralston, interpretado estupentamente por James Franco como un aventurero medio colgado y medio iluminado. Después de demostrarnos su espíritu aventurero, y de un breve episodio con otras dos escaladoras, un estúpido accidente marca el principio del calvario de Ralston. La mayor parte de la película tiene lugar en una grieta, con un espacio mínimo para mover tanto la cámara como el actor. Lo que es más, el diálogo es bastante mínimo, en su mayoría dirigido a la cámara de vídeo en la que Ralston graba sus diarios. Todo está basado en hechos reales.



Antes de ver la película tenía mis dudas de si se podía hacer algo interesante con un protagonista solo y atrapado en una roca durante cinco días. Sabía lo que había pasado en realidad (atención: spoilers), y me preguntaba cómo se podría hacer creíble el que alguien decida cortarse el brazo.

Y ahí está la mano de Danny Boyle, con un buen guión, magnífico montaje, y James Franco llenando la pantalla, para hacer de Aron Ralston un personaje fascinante y de su suplicio una epifanía. Lo mejor es que la película no es una hagiografía de Ralston, ni se le hace un superhéroe: esa sería la versión al puro estilo Hollywood. 127 hours nos hace simpatizar con el protagonista, estamos atrapados con él, pero su historia es de supervivencia y de perseverancia. Cuidado: los más sensíbles (y puede que también los más duros) probablemente paséis un mal rato al final. Pero merece la pena.

127 horas es bastatnte ecléctica, pero también transmite una alegría de vivir que podemos entender y compartir. Un golpe de aire fresco que nos promete que a Danny Boyle no se le ha subido el óscar a la cabeza, y con el que tanto él como James Franco ya están haciendo las rondas en las ceremonias de premios de estas temporada.

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