martes, 26 de julio de 2011

Woody a la francesa: Medianoche en París

Hace un par de semanas estuve en Francia por trabajo y, peripecias de la vida, una semana después de callejear por París, me encontré viendo los mismos sitios en una pantalla de cine. Woody Allen vuelve a París 15 años después de Todos Dicen I Love You (Everyone Says I love you, 1996), sin números musicales pero con encanto y mucha clase.

Me he perdido las últimas películas de Allen desde Vicky Cristina Barcelona (2008), más por accidente que nada. Sus películas suelen durar muy poquito en las carteleras a este lado del Atlántico, los críticos y el público quieren poco a Woody Allen y no entienden su humor. Muchos por acá celebran Medianoche en París como su vuelta a plena forma, pero creo que nunca la ha terminado de perder. Es una película encantadora, pero que apela a una élite intelectual (y social) que a lo mejor no cala entre aquellos que no saben quién es Cole Porter o Gertrude Stein. Me ha gustado, pero es cierto que está lejos de las comedias estelares del director.

Hace años que Woody Allen se dedica a hacer películas sobre las desdichas de la gente rica, que como ya dijo en una entrevista, son iguales vayas donde vayas. Desde que ha descubierto cuánto le quieren en Europa, se dedica a rodar en Reino Unido, España o Francia porque le ofrecen financiación (esta película está producida con dinero español) y refugio creativo. Así que sus protagonistas son los mismos ricachones con crisis de diversa índole, pero con las Ramblas, el Soho o Monmatre como fondo. Igual que en Vicky Cristina Barcelona (2008) se notaba que las oficinas de turismo de Barcelona habían puesto dinero para que se vieran todos los sitios típicos de la ciudad, en Medianoche en París la película abre con las postales típicas parisinas (por cierto, los mismos sitios a los que mi amiga Natalia me llevo en mi fugaz visita a la Ciudad de la Luz).


Como cualquier película deWoody Allen, el reparto es estupendísimo. Owen Wilson encaja brillantemente en el rol del equivalente de Allen sin esfuerzo ni estridencias, su actitud es muy parecida a la que ha lucido en las películas de Wes Anderson en el pasado. Es un escritor Hollywoodiense de Hollywood que aspira a ser novelista, y se enamora de París y de su historia. Rachel McAdams es su prometida, pija hasta la médula; quizá intencionadamente, la química entre ambos es mínima. Michael Sheen está muy divertido en el papel de sabelotodo irritante, que parece estar pidiendo una lección de humildad. Del resto, lo más destacable son los intérpretes de los personajes históricos, como F. Scott Fitgerald, Hemingway, Picaso, Buñuel, y (el más divertido de todos) Dalí, interpretado por Adrien Brody con una grandilocuencia acorde con la del pintor de Cadaqués.


Medianoche en París es una oda a los artistas del pasado, así como a la preponderancia de la nostalgia como inspiración. Es una visión romántica de los orígenes del arte del pasado, y de la continua insatisfacción que pervade la creación artística, presentada como una fantasía que a lo mejor no lo es tanto. Tiene momentos muy divertidos, aunque la broma recurrente es saber quiénes son los personajes históricos que aparecen en la historia. En resumen, Medianoche en París es una delicia, quizás algo menos transcendente a lo que aspira.

jueves, 7 de julio de 2011

Balada Triste de Trompeta: El horror, el horror...

Después de muchas peripecias, por fin he visto Balada Triste de Trompeta (2010), la última película de Álex de la Iglesia. Rocambolesca y barroca, es una película incómoda a la vez que cautivadora. Está lejos de ser una película redonda, sus cualidades inclasificables han dividido a los críticos, pero los riesgos que ha tomado De la Iglesia para contar esta historia, tan retorcida como personal, hacen que merezca la pena el mal rato que se pasa.

El humor de Balada Triste de Trompeta es negro tizón, negro del que no se quita, negro tan negro que es incómodo y llega un punto en el que no tiene gracia. Desde mi punto de vista, es porque no es una comedia, sino una película de terror. La brillantísima secuencia de créditos iniciales lo deja claro: el montaje hace claros los paralelos entre los políticos, los religiosos, con los payasos y las figuras del cine de terror y fantástico. La imaginería fascista y católica es puntuada con una música para los pasos de semana santa. Es una historia de sufrimiento continuo y sus efectos devastadores. Es como si Michael Haneke se fuma un porro y se pone a contar la historia de España como si fuera una película de acción Hollywoodiense.



La parte más floja es la de los personajes, que se ven un tanto desdibujados. Javier (Carlos Areces) es de quien más sabemos, pero eso no nos ayuda a entender el porqué de su conducta (y su locura). Queda claro que és un imbécil, pero hasta los imbéciles pueden tener encanto (como ya nos ha demostrado otras veces De la Iglesia). Las contradicciones que motivan el triángulo amoroso de la película no parten de la naturaleza inconsistente del ser humano, sino de poner los personajes al servicio de un argumento que tiene menos importancia de la que parece. A veces parece que hay una metáfora entre escena y escena; Natalia (Carolina Bang) se divide entre el payaso político Sergio (interpretado por Antonio de la Torre) y el payaso religioso, Javier.  El principal problema es una tendencia a forzar situaciones memorables, como los artistas circenses en una batalla luciendo sus trajes a un payaso psicópata armado con una metralleta, pero sin dejar que la psicología de los personajes avanze los eventos de la historia. El reparto, compuesto de los habituales del director, es lo que salva un poco los desvaríos argumentales. (Todavía no me he recuperado de oír a Manuel Tejada, galán español de los 80, diciendo "joder").

En España la película ha salido en DVD hace poco. En Argentina tiene que estar ya en las pantallas ; no he encontrado fecha de estreno en el resto de países hispanohablantes, En los EEUU nos tenemos que esperar hasta agosto para verla en pantalla grande, y aún y así su distribución será limitada.