miércoles, 21 de diciembre de 2011

El Topo: Espías y Más Espías.

Le tenía muchas ganas a la película de Tomas Alfredson, con un reparto sacado de mi lista de actores favoritos, a saber: Gary Oldman es George Smiley, acompañado de Tom Hardy, Benedict Cumberbatch, y Colin Firth entre otros. Recibida con muy buenas críticas, se veía muy prometedora, y los tweets de gente que ya la había visto destilaban entusiasmo. Un amigo mío, sin embargo, disentía violentamente con los críticos. Y después de verla, tengo que estar más con mi amigo que con la crítica: El Topo (Tinker, Taylor, Soldier Spy, 2011) es una película gélida, maravillosamente ambientada, con actores fantásticos, pero un guión un tanto patoso. 

Esta nueva adaptación de la novela de John LeCarré (ya había sido una miniserie televisiva en los 70 con Alec Guinness) confía en el carisma de sus actores para crear los personajes. Supongo que siempre es un tema delicado el intentar la caracterización de un espía, quien precisamente vive de aparentar quien no es. Por un lado hay un problema de cantidad: los personajes se acumulan sin dar tiempo a conocerlos. También se resiente la calidad: el guión no nos da mucho a lo que agarrarnos emocionalmente, y cuesta empatizar con el repertorio que se pasea por las oficinas del MI6. Los actores resuelven la papeleta hasta cierto punto, porque parecen conocer a los personajes que interpreta. Pero esto no quita el aire gélido de la historia, y no es precisamente porque tenga lugar durante la Guerra Fría.

Esto resulta aún más evidente cuando aparecen dos personajes específicos: Kathy Burke, que ha envejecido muy mal, es la cansada voz de la razón, y la primera que se preocupa por Smiley a nivel personal. El remate llega el momento en el que Tom Hardy aparece en escena: en cuestión de un minuto, proporciona la emoción y la empatía que el resto de los personajes nos habían negado hasta ese momento, porque parece el único ser humano. (No me canso de repetirlo: ¡qué estupendo es Tom Hardy le pongan lo que le pongan!)

A los problemas derivados del amplio reparto se añade un argumento complicado, probablemente derivado de la novela (que no he leído). Si estamos hablando de una historia de espionaje (del de verdad, no las fantasías de acción a lo James Bond), se necesita un guión sólido, dónde se sepa quién es quién, de dónde viene la información y, sobre todo, por qué es importante. Al principio la intriga se sostiene con la trama, pero hacia el final con tanto nombre, pseudónimo, engaño, oficinas, información, países, cuando se descubre quién es el topo, no se sabe de dónde ha salido. (Cuidadín, el resto del párrafo frase destripa la película, seleccionad el texto por vuestra cuenta y riesgo). No hace falta ser un espía al más alto nivel para darse cuenta de que el culpable es el que más parecía ser una mala persona y es un traidor fuera de su trabajo. Lo que me llama la atención de la historia es cómo las claves de todo parecen tenerlas los personajes femeninos, pero son todas secundarias, y sin poder influir en los acontecimientos). La cara de una de ellas se oculta deliberadamente, y aún no sé si es porque se la quiere dejar de lado, o para indicar que es un peón más de la complicada partida de ajedrez.

Por otro lado, la película es un regalo a los ojos y los oídos. La película clava el look de los 70, como si se hubieran metido en una máquina del tiempo; Alberto Iglesias trae con su música el suspense que la enrevesada trama deja escapar por sus rendijas. Y ver a tanto actorazo junto siempre es un regalo, aunque un guión mejor hubiera permitido sacarles más partido. Lo mejor, el montaje final, a ritmo de Julio Iglesias masacrando "La Mer" en francés.


viernes, 9 de diciembre de 2011

La Invención de Hugo: Un juguete con poca cuerda

Martin Scorsese ha sacado película nueva, así que tocaba ir a verla, aunque con muchas reservas a costa del trillado trailer con que se anunciaba. Sin los gángsters ni Nueva York que son marca de la casa del director (la acción tiene lugar en París), La Invención de Hugo es una película con encanto prefabricado y previsible, con ciertos brochazos maravillosos que nos recuerdan que detrás de la cámara está uno de los mejores cineastas de la historia.


La película está basada en un cómic en blanco y negro, que en la versión cinematográfica se ha vuelto una paleta de colores basada en naranja y azulón (teal en inglés, xarxet en catalán), como se puede apreciar en la foto. Esta paleta ya se ha criticado por ser demasiado habitual en películas de acción y terror Hollywoodienses, porque se usa ya casi por defecto. Aunque en un principio esperaba que la paleta cambiara (y lo hace un poquito en la segunda mitad de la película), la manipulación digital de photoshop barato me ha puesto de mal humor. ¿Qué narices hace Scorsese imitando a Michael Bay?

El argumento es bastante previsible, con una tendencia irritante a enfatizar las metáforas en el diálogo ("¡eres como una máquina, estás roto y necesitas que te arreglen!"), y a hacer explícitos los motivos y los pensamientos de los personajes. En manos de otros, esto hubiera sido un bodrio, pero el reparto maravilloso en el que hasta los papelitos pequeños tienen un actorazo, la factura visual, y una hechizante banda sonora de Howard Shore salvan la historia, y hacen que la película merezca la pena. Bueno, Sasha Baron-Cohen y sus gracietas están un poco fuera de tono, pero puede llegar a ser tolerable.
 
La joyita escondida de La invención de Hugo se encuentra en la segunda mitad de la historia, en la que Scorsese escribe una carta de amor al cine mudo, en particular a las películas de Georges Méliès. Los ratos en los que nos lleva a las ferias donde se proyectaban las primeras películas, y nos muestra como se rodaban, nos transporta a un tiempo en el que hacer películas era cosa de magia, y poder verlas significaba caer en el hechizo del celuloide. Vemos películas que se hacen por amor al séptimo arte, no para arrasar en taquilla; de la misma manera, Scorsese brilla en sus homenajes a Harold Lloyd, a Buster Keaton, a Chaplin y a Méliès, mientras que el resto de la película parece más hecha por un director a sueldo. A ver si para la próxima le dejan un presupuesto más modestito a tito Marty, y así se nos luce como acostumbra.