Hace un par de semanas tuve la oportunidad de visitar el Museum of the Moving Image en Nueva York, donde actualmente hay una exhibición dedicada a Jim Henson. Aparte de poder ver a Epi y Blas cerquita y de verdad, se estaban proyectando una serie de cortos y documentales en los que trabajó Henson. En la retrospectiva se destaca que sus comienzos fueron como diseñador gráfico, y que uno de sus primeros trabajos cinematográficos fue Time Piece (1966), un corto surrealista que sigue las peripecias de un hombre (el propio Henson), creando una melodía con cada acción. El corto obtuvo una nominación al oscar, probablemente bien merecida por el virtuosismo visual y rítmico de la pieza. Mejor lo veis en el vídeo de abajo.
Hace tiempo que caí en la cuenta de que los cortos que ponían para enseñar a contar a los niños tendrían su sitio en una sala de arte y ensayo como piezas experimentales. Y si no me creéis, echadle un vistazo a la canción del pinball para aprender a contar hasta 12; aquí tenéis la versión con todos los números en inglés. Seguro que se os pega la tonadilla.
Así, resulta que gracias a Jim Henson no sólo apredimos los colores, cerca y lejos, los números y las letras, sino que también estábamos viendo cine de vanguardia (aunque a muchos se les haya olvidado al hacerse mayores).
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viernes, 25 de noviembre de 2011
lunes, 31 de octubre de 2011
La Cabina: El horror de lo cotidiano

(Si no habéis visto La Cabina, y no queréis que os estropee lo que pasa, no sigáis leyendo.)
Mercero afirmó que la historia no era una alegoría, aunque si admitió que se presta a muchas interpretaciones. A pesar de que no fuera su intención, resulta evidente por qué La Cabina tuvo tal impacto en España: vemos una crítica de una sociedad autocomplaciente, que en lugar de ayudar al hombre con problemas se mofa de él y lo considera un espectáculo. Si nos acordamos que todavía le quedaban cinco años a la dictadura de Franco, también se entiende el terror a ser secuestrado por una razón inexpicable y acabar tirado en una caja oscura, olvidado por el resto de la sociedad, y sin poder ni siquiera pedir ayuda.
Después de que este mediometraje se emitiera por televisión, y durante muchos años, la gente que tenía que utilizar las cabinas de teléfono ponía el pie entre la puerta y la jamba de la cabina de teléfono, para que no se cerrara.
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