jueves, 24 de marzo de 2011

¡Agáchate, maldito!: La maestría olvidada de Sergio Leone

Cada vez que se da una lista de las obras maestras de Sergio Leone, se suele dejar fuera Giù la testa (¡Agáchate, maldito! / Érase Una Vez La Revolución / Los Héroes de Mesa Verde, 1971), y aún no encuentro por qué. Se reconocen siempre los méritos de la trilogía del dólar, cuando ¡Agáchate, maldito! es también parte de una segunda trilogía con Hasta Que Llegó Su Hora / Érase Una Vez El Oeste (C'era una volta il West, 1968) y Érase una vez en América, (Once Upon A Time In America, 1984). Esta es una de esas buenas películas que te has perdido, más que nada porque es una película ambigua, extraña y ni siquera se puede calificar como una película de género, porque tiene lugar durante la revolución mexicana.También probablemente tenga la culpa la existencia de varias versiones de la película, con diferentes títulos, y cada una con omisiones que impiden entender la historia. Afortunadamente, hace 6 años salió a la venta la versión completa en DVD, reconstruida a partir de las diferentes versiones de acuerdo con el montaje original.

Los protagonistas son Juan Miranda (Rod Seiger), el líder de una banda de bandidos compuesta por sus hijos y su padre, y Seán Mallory (James Coburn), un terrorista irlandés experto en dinamita. Si los personajes de los spaghetti westerns de Leone eran ambiguos, aquí tenemos a dos tipos quienes resulta algo difícil calificar de héroes. Miranda es un cobarde que sólo piensa en su propio provecho, que ignora que en su país está en medio de una revolución, mientras que Mallory es un fugitivo que ha acabado en una revolución distinta a la suya. Ninguno de los dos me resultaron particularmente simpáticos (particularmente Miranda), pero a medida que la película nos deja conocer a los personajes más, conseguí entenderles, sin que realmente se rediman. Mientras que se puede adivinar lo que motiva a Miranda, el personaje de James Coburn es un héroe romántico, ambiguo y oscuro; parece que ya no tiene nada que perder, y se apunta a luchar en la revolución de otros, porque la suya no le salió muy bien. (Y nadie le ha sacado partido a la cara de Coburn mejor que Leone.)

Lo más fascinante de ¡Agáchate, Maldito! es su interpretación de lo que es una revolución.
La revolución, la revolución. Yo sé muy bien cómo empieza. Llega un tío que sabe leer libros, y va donde están los que no saben leer libros, que son los pobres, y les dice: "¡Ha llegado el momento de cambiar todo, aquí hay que haber un cambio!." Y los pobres van y hacen el cambio. Luego, los más vivos de los que leen libros se sientan alrededor de una mesa, y hablan y comen, hablan, hablan y comen, y mientras ¿qué fue de los pobres diablos? Todos muertos. 

Pero la película nos cuenta la historia paralela a lo que describe Miranda: los intelectuales (como Mallory o el doctor Viega) ciertamente la organizan y facilitan , pero la revolución en realidad no es una lucha de ideales, sino una serie de luchas individuales, con motivaciones personales. Miranda es un héroe por accidente, sus "hazañas" son actos egoístas que da la casualidad que benefician a la revolución de Emiliano Zapata. La revolución también es una serie de desigualdades: en los enfrentamientos no vemos ninguna batalla, sino un bando masacrando al otro, que apenas tiene oportunidad para la defensa.

También tenemos en esta película un Leone que experimenta con la cámara incluso más de lo habitual, con zooms setenteros, y cámara lenta en unos flashback oníricos; Enno Morricone cumple con creces con una banda sonora evocadora que parece revelar lo que piensan los personajes. Las explosiones en la película, que sirven para demostrar la habilida de Mallory como dinamitero, son espectaculares aún hoy (ya las querría el lelo de Michael Bay para sí). Y el México de Leone, como en otras ocasiones, se parece muy sospechosamente al desierto de Almería y a la sierra de Burgos.

viernes, 18 de marzo de 2011

Nunca me abandones: Dramón británico del siglo XXI

La principal razón por la que fui a ver Nunca Me Abandones (Never Let Me Go, 2010) es por la combinación de Kazuo Ishiguro, autor de la novela original y de Lo que Queda del Día (The Remains of the Day, 1993), y el guión adaptado de Alex Garland, que además de haber escrito la novela en la que se basó La Playa (The Beach, 2000), ha sido el guionista más interesante con el que ha trabajado Danny Boyle en la pasada década (a saber: 28 Días Después (28 Days Later, 2002), y la infravalorada Sunshine: Alerta Solar (Sunshine, 2007)). El trailer era bastante intrigante, aunque también destripa el quiz de la historia. Si os gustan las películas en plan dramón británico, como las adaptaciones de E.M. Forster que hizo James Ivory, Nunca Me Abandones es la versión moderna de aquellas. No veáis ni leáis demasiado sobre la película; id al cine y dejaos llevar.

En los siguientes párrafos no desvelo mucho la película, pero a lo mejor doy demasiadas pistas. Avisados quedáis.

Presentada como un drama intimista, de período incierto, realmente una distopia de una realidad alternativa, aunque no resulta evidente. Nada revela la dirección artística, ni en el vestuario, ni en el lenguaje. Es la historia de un grupo de niños, cómo al crecer buscan una identidad que les ha sido negada. Un amor imposible por culpa de las circunstancias, en el que las causas quedan a medio explicar. Es desgarradora de primeras, y sinceramente perturbadora cuando piensas en el contexto semi-invisible de los eventos.

El reparto tiene a lo mejor de la nueva hornada de actores británicos, que se pueden comer Hollywood haciendo historias tontas, pero hacen estas peliculitas estupendas en su país: Carey Mulligan, Andrew Garfield, y Keira Knightley. La resignación y la mesura con la que viven su tragedia vital, sin estridencias, es una de los logros de la película; su sumisión resulta inquietante a posteriori.

La mayor pega que le puedo poner a la película es que al final queda algo fría, y le echo la culpa a la dirección y un poco a la fotografía. Visualmente parece un catálogo de moda de los 90 (¿Blueberry? ¿Cómo rábanos se llamaba la marca aquella?), con estilo pero diciendo muy poco. Se echa de menos un poco más del toque Merchant-Ivory, tratando los espacios con detalle y dando un poco de amor y magia a los paisajes. Le falta pulso, le falta engañar un poco más al espectador: hacernos creer que es una película de época, que se revela como distopia de ciencia ficción. Never Let Me Go tenía todos los ingredientes para convertirse en una de mis películas favoritas (¡dramón a lo British y ciencia ficción!), pero se quedaa medio gas. O quizás necesite verla otra vez, y dejar que la película repose un poco más.

No he leído la novela, pero como siempre dicen que es mejor. Ishiguro no me impresionó mucho con Lo que Queda del Día, pero pondré esta en la lista.