viernes, 18 de marzo de 2011

Nunca me abandones: Dramón británico del siglo XXI

La principal razón por la que fui a ver Nunca Me Abandones (Never Let Me Go, 2010) es por la combinación de Kazuo Ishiguro, autor de la novela original y de Lo que Queda del Día (The Remains of the Day, 1993), y el guión adaptado de Alex Garland, que además de haber escrito la novela en la que se basó La Playa (The Beach, 2000), ha sido el guionista más interesante con el que ha trabajado Danny Boyle en la pasada década (a saber: 28 Días Después (28 Days Later, 2002), y la infravalorada Sunshine: Alerta Solar (Sunshine, 2007)). El trailer era bastante intrigante, aunque también destripa el quiz de la historia. Si os gustan las películas en plan dramón británico, como las adaptaciones de E.M. Forster que hizo James Ivory, Nunca Me Abandones es la versión moderna de aquellas. No veáis ni leáis demasiado sobre la película; id al cine y dejaos llevar.

En los siguientes párrafos no desvelo mucho la película, pero a lo mejor doy demasiadas pistas. Avisados quedáis.

Presentada como un drama intimista, de período incierto, realmente una distopia de una realidad alternativa, aunque no resulta evidente. Nada revela la dirección artística, ni en el vestuario, ni en el lenguaje. Es la historia de un grupo de niños, cómo al crecer buscan una identidad que les ha sido negada. Un amor imposible por culpa de las circunstancias, en el que las causas quedan a medio explicar. Es desgarradora de primeras, y sinceramente perturbadora cuando piensas en el contexto semi-invisible de los eventos.

El reparto tiene a lo mejor de la nueva hornada de actores británicos, que se pueden comer Hollywood haciendo historias tontas, pero hacen estas peliculitas estupendas en su país: Carey Mulligan, Andrew Garfield, y Keira Knightley. La resignación y la mesura con la que viven su tragedia vital, sin estridencias, es una de los logros de la película; su sumisión resulta inquietante a posteriori.

La mayor pega que le puedo poner a la película es que al final queda algo fría, y le echo la culpa a la dirección y un poco a la fotografía. Visualmente parece un catálogo de moda de los 90 (¿Blueberry? ¿Cómo rábanos se llamaba la marca aquella?), con estilo pero diciendo muy poco. Se echa de menos un poco más del toque Merchant-Ivory, tratando los espacios con detalle y dando un poco de amor y magia a los paisajes. Le falta pulso, le falta engañar un poco más al espectador: hacernos creer que es una película de época, que se revela como distopia de ciencia ficción. Never Let Me Go tenía todos los ingredientes para convertirse en una de mis películas favoritas (¡dramón a lo British y ciencia ficción!), pero se quedaa medio gas. O quizás necesite verla otra vez, y dejar que la película repose un poco más.

No he leído la novela, pero como siempre dicen que es mejor. Ishiguro no me impresionó mucho con Lo que Queda del Día, pero pondré esta en la lista.

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