Con el estreno de Valor de Ley (True Grit, 2010) en el Festival de Berlín, llega la última película de los hermanos Coen a las pantallas fuera de Norteamérica. A diferencia de lo que dicen otras fuentes, no es un remake de la película del mismo título con John Wayne, que fue la que le valió su único Oscar, sino una nueva adaptación de la novela que ya se adaptó en 1969.
Los Coen son un género en sí mismos, y sus películas son difíciles de clasificar; cuando se intenta etiquetar sus películas entre drama y comedia, nos encontramos con joyas como Fargo, o la injustamente olvidada Un Tipo Serio (A Serious Man, 2009). Incluso cuando se adentran en un género, consiguen transformarlo en algo diferente (véase Muerte Entre Las Flores (Miller's Crossing, 1990), o El Hombre que Nunca Estuvo Allí (The Man Who Wasn't There, 2001). Valor de Ley demuestra que los Coen también saben hacer una sobria película de género, en este caso el Western. Pero esa sobriedad también me ha dejado un poco fría. Valor de Ley es un Western crepuscular, fenomenalmente escrito, precioso de ver, con un reparto ejemplar. Sin embargo, le falta un poquito de corazón, así como un pellizquito del cinismo y la excentricidad de los Coen, que es lo que siempre me atrae de su cine.
Tener a Jeff Bridges haciendo el papel de John Wayne es un buen gancho, y más cuando su previa colaboración con los Coen fue haciendo de El Nota (The Dude) en El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998). Da envidia lo bien que está envejeciendo Bridges, y los papelones que está añadiendo a su repertorio. Su interpretación de viejo vaquero alcoholizado, que está de vuelta de todos los peligros del oeste americano, es divertida y conmovedora, y también es donde se nota un poquito el ramalazo de los Cohen, puesto que tiene unos pocos momentos en los que actúa como si fuera El Nota 20 años más viejo. La verdadera protagonista de la historia es la jovencísima Hailee Steinfeld, que interpreta a la decidida y cabezota Mattie Ross, quien no ceja en su empeño de vengar el asesinato de su padre. El único reproche que se le puede hacer es que suena mucho más adulta de lo que debería hacer, pero eso también es culpa del guión (y es la gracia del personaje).
La película es un recital en todos los sentidos, pero también parece que los Cohen están haciendo una película de encargo. Incluso Crueldad Intolerable (Intolerable Cruelty, 2003), una de sus películas más Hollywodienses, tiene una clara marca de la casa más obvia que Valor de Ley. Probablemente tenga que ver con Steven Spielberg, que aparece como productor ejecutivo, y con que es obvio que está calculada para la temporada de premios. Merece la pena verla: una sobria película de los Coen es siempre mucho mejor que la muchas de las aspiraciones pretenciosas que decoran las carteleras.
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