La crónica de hoy no tiene nada que ver con la serie de televisión que protagoniza mi adorado Hugh Laurie, sino con una terrorífica historia de fantasmas japonesa de 1977, con el título original en inglés House (ハウス (Hausu)). Después de que hayan pasado 33 años, la película está haciendo las rondas por festivales como el de Sitges y salas de arte y ensayo. Es la película de terror más extraña que haya visto, más incluso que Messiah of Evil. Es una historia de fantasmas mezclada con las típicas historias en las que chicas inocentes encuentran un truculento fin una detrás de otra. Recuerda a Suspiria, de Dario Argento o La Residencia, de Narciso Ibáñez Serrador. Y es una de esas buenas películas que te has perdido.
Lo que diferencia a House es el contraste de imágenes estilizadas e idealizadas con la crudeza y oscuridad de la casa, utilizando la artificialidad para explicar cómo las futuras víctimas viven en una felicidad de cartón piedra. No os dejéis engañar por trasnochados efectos de chroma key, porque no se necesitan ordenadores para dar miedo. El logro de esta película es que aspira a enseñarnos las retorcidas torturas y desmembramientos de las chicas, pero más como una historia de fantasmas que una película gore. Las extremidades flotantes son perturbadoras pero también irreales, porque la película intenta mostrar cosas que son incluso difíciles de explicar: la casa devora a sus víctimas una a una. Y aunque suene a que estoy destripando la historia, no llega a explicar las proezas narrativas de la película.
La alegría e ilusión de las protagonistas alterna con los horripilantes ataques de la casa, combinando una fotografía típica de la época (contraluces, atardeceres anaranjados, filtros difuminados, gasas que flotan al aire) y decorados multicolor con una casa cubierta de telarañas, oscura y amenazadora. El director, Nobuhiko Ôbayashi, tenía experiencia como director de anuncios publicitarios, e utiliza todos el repertorio de trucos visuales disponibles en los 70: desde dobe exposición a transparencias, efectos estroboscópicos, filtros de colores, y película blanco y negro. El montaje de la película resulta ecléctico, así como la banda sonora: una melodía fantasmagórica que se repite durante toda la película, con unas cancioncillas pop en inglés que lo que consiguen es hacer la historia más desasosegante.
Para los que estéis más al día en películas de terror y cultura japonesa, esta película parece un cruce entre la serie de anime Azumanga Daioh y Evil Dead. Cuenta con siete protagonistas y cada una representa un estereotipo: la glotona, la estudiosa, la inocente, la dulce, la guapa, la peleona y la chica con talento musical. (Por cierto, Love Hina y Azumanga Daioh también siguen este modelo, aunque en un género muy diferente.) Los cruentos eventos de la película casi (solo casi) dejan chicos a Evil Dead: con mucha menos sangre y tripas, pero más imaginación si cabe.
Es imposible explicar esta película. Aunque contara el argumento no resulta tan impactante como verla. Incluso el tráiler no llega a transmitir la maravillosa extrañeza de House, aunque sí da una idea de lo que se puede esperar de ella. Una historia de fantasmas que es una película de arte y ensayo.
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