La primera película que he visto este 2011 ha sido El Discurso del Rey (The King's Speech). La premisa se veía simpática (los problemas del Duque de York para hablar en público), y el reparto era bastante atractivo, todo presentado con un aire superbritish al que no me puedo resistir. El Discurso del Rey es encantadora; una de esas películas que son notables porque todos sus aspectos están en harmonía. Aunque puede que la película esté hecha para la temporada de premios, lo más destacable de su factura es la calculada modestia con que está hecha. Es una historia de superación personal, pero no presenciamos un milagro, ni personajes extraordinarios. De hecho, la clave de la película está en presentar a la familia real británica como una familia corriente, y las dificultades que tiene el Duque de York con un problema cotidiano que se vuelve inmenso dadas las circunstancias (ser un rey tartamudo es un papelón). Todo está hecho con mesura: un buen guión con comedia y drama en su justa medida, un reparto estupendo que sabe que no tiene que demostrar lo buenos actores que son, una narrativa audiovisual elegante pero sutil. En fin, da gusto ver una peliculita así para empezar el año.
El reparto está a punto de caramelo: Colin Firth lucha con su tartamudeo con la ayuda de un (casi sorprendentemente) comedido Geoffrey Rush; Helena Bonham-Carter se eleva a un nuevo nivel de rosa inglesa al interpretar a la Reina Madre misma. Como sorpresa (confieso que no había mirado mucho más el reparto) tenemos a Guy Pearce interpretando al Príncipe de Gales (¡cómo me gusta este hombre, vale para todo!), y a Derek Jacobi haciendo del gruñón Arzobispo de Canterbury. Michael Gambon es el rey Jorge V, y Claire Bloom es la reina consorte (los años que lleva esta señora al pie del cañón). Dos horitas de inglés posh (en versión original, claro), que harán las delicias de los anglófilos como yo y mi amigo Paco, a quien sé que le va a gustar.
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