jueves, 13 de enero de 2011

Cisne Negro: La otra cara de El Luchador

La última película de Darren Aronofsky, Cisne Negro (Black Swan), es una historia de obsesión por la perfección en el arte, impedida por la represión sexual y paulatina psicosis de la protagonista. Es una historia conmovedora y horripilante, en la que la locura poco a poco se apodera del cuerpo de la protagonista, de tal manera que resulta una historia digna de David Cronenberg pero algo más soportable para el público general.


Natalie Portman lleva el peso de la historia, bailando durante la mayor parte de ella y prestando gracia y constancia al personaje. Su logro es hacer que simpaticemos con un personaje que, interpretado por otra actriz, podría haber resultado repelente: una bailarina perfeccionista, frígida, ambiciosa y paranoica perdida. Consigue transmitir el esfuerzo y la dificultad de su trabajo. Es una de esas interpretaciones de libro que seguirá dando que hablar en los próximos meses. La Portman estará en la ceremonia de los oscar más que seguro.

Lo más curioso es ver esta película como complemento a El Luchador (The Wrestler, 2008), la anterior película de Aronofsky. Los protagonistas de ambas películas son artistas que trabajan con su cuerpo, uno con la lucha libre y la otra con la danza. Los dos buscan reconocimiento, el luchador porque lo ha perdido y la bailarina porque busca que su perfección sea reconocida. Para el luchador, su oficio le hace olvidar los fracasos de su vida; para la bailarina, sus problemas emocionales interfieren con su arte. Tendría que ver de nuevo El Luchador para establecer los paralelismos, que son bastante evidentes. (Spoiler para los que la hayan visto, selecciona el texto para leerlo: el plano final de ambas películas es muy similar, con un fundido a blanco)

Cisne Negro es perturbadora y fascinante, y probablemente acabe siendo un clásico, o por lo menos como un referente en las escuelas de cine. Aronofsky inventa su propio lenguaje y del proceso resultan imágenes y escenas memorables, sobre todo las que tienen que ver con la obsesión de la protagonista y su transformación en la bailarina estrella que desea ser. De una factura intachable, saldréis del cine con la música de El Lago de los Cisnes metida en la cabeza, tan obsesionados con la obra de Tchaikovsky como el personaje de Natalie Portman

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