Hace un par de semanas estuve en Francia por trabajo y, peripecias de la vida, una semana después de callejear por París, me encontré viendo los mismos sitios en una pantalla de cine. Woody Allen vuelve a París 15 años después de Todos Dicen I Love You (Everyone Says I love you, 1996), sin números musicales pero con encanto y mucha clase.
Me he perdido las últimas películas de Allen desde Vicky Cristina Barcelona (2008), más por accidente que nada. Sus películas suelen durar muy poquito en las carteleras a este lado del Atlántico, los críticos y el público quieren poco a Woody Allen y no entienden su humor. Muchos por acá celebran Medianoche en París como su vuelta a plena forma, pero creo que nunca la ha terminado de perder. Es una película encantadora, pero que apela a una élite intelectual (y social) que a lo mejor no cala entre aquellos que no saben quién es Cole Porter o Gertrude Stein. Me ha gustado, pero es cierto que está lejos de las comedias estelares del director.
Hace años que Woody Allen se dedica a hacer películas sobre las desdichas de la gente rica, que como ya dijo en una entrevista, son iguales vayas donde vayas. Desde que ha descubierto cuánto le quieren en Europa, se dedica a rodar en Reino Unido, España o Francia porque le ofrecen financiación (esta película está producida con dinero español) y refugio creativo. Así que sus protagonistas son los mismos ricachones con crisis de diversa índole, pero con las Ramblas, el Soho o Monmatre como fondo. Igual que en Vicky Cristina Barcelona (2008) se notaba que las oficinas de turismo de Barcelona habían puesto dinero para que se vieran todos los sitios típicos de la ciudad, en Medianoche en París la película abre con las postales típicas parisinas (por cierto, los mismos sitios a los que mi amiga Natalia me llevo en mi fugaz visita a la Ciudad de la Luz).
Como cualquier película deWoody Allen, el reparto es estupendísimo. Owen Wilson encaja brillantemente en el rol del equivalente de Allen sin esfuerzo ni estridencias, su actitud es muy parecida a la que ha lucido en las películas de Wes Anderson en el pasado. Es un escritor Hollywoodiense de Hollywood que aspira a ser novelista, y se enamora de París y de su historia. Rachel McAdams es su prometida, pija hasta la médula; quizá intencionadamente, la química entre ambos es mínima. Michael Sheen está muy divertido en el papel de sabelotodo irritante, que parece estar pidiendo una lección de humildad. Del resto, lo más destacable son los intérpretes de los personajes históricos, como F. Scott Fitgerald, Hemingway, Picaso, Buñuel, y (el más divertido de todos) Dalí, interpretado por Adrien Brody con una grandilocuencia acorde con la del pintor de Cadaqués.
Medianoche en París es una oda a los artistas del pasado, así como a la preponderancia de la nostalgia como inspiración. Es una visión romántica de los orígenes del arte del pasado, y de la continua insatisfacción que pervade la creación artística, presentada como una fantasía que a lo mejor no lo es tanto. Tiene momentos muy divertidos, aunque la broma recurrente es saber quiénes son los personajes históricos que aparecen en la historia. En resumen, Medianoche en París es una delicia, quizás algo menos transcendente a lo que aspira.
1 comentario:
Muy buena película de Allen, me encanto.
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